Rodolfo Villarreal Ríos

El concepto original del estado mexicano moderno

El concepto original del estado mexicano moderno
Periodismo
Enero 16, 2016 17:25 hrs.
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En ocasiones repetidas lo hemos comentado en este espacio, muchos son quienes han encabezado el gobierno mexicano a lo largo de la historia. El conjunto lo integran un buen número de presidentes, especialmente durante la primer mitad del Siglo XIX, acompañados por un par de emperadores de opereta y un su alteza serenísima. Sin embargo, de todo ese grupo de dirigentes, solamente dos de ellos han alcanzado el nivel de estadistas. El primero, Benito Pablo Juárez García, acompañado por los HOMBRES DE LA REFORMA (por favor, editor estimado, mantenga las mayúsculas), fue capaz de romper el monopolio religioso, enviar al retiro definitivo al su alteza serenísima y echar fuera a uno de los dos emperadores de opereta que ha padecido la patria. Después de eso, pudo convertir lo que era un conglomerado de feudos en una nación. A partir de ahí realmente nacimos y empezamos a mirar hacia el futuro. Salvo que el proyecto original fue distorsionado, el presidente Díaz Mori solamente lo utilizó de manera parcial y como resultado de ello, la segunda década del Siglo XX la iniciamos inmersos en una revuelta civil de la cual surgiría el segundo estadista en la historia mexicana, Plutarco Elías Calles. Acerca de él y su concepto original de lo que debería ser el estado mexicano moderno comentaremos en esta ocasión.
Entre quienes son poco dados a revisar la historia con detenimiento, el hecho de que simplemente se mencione el nombre del estadista Elías Calles les provoca la ira y lo asocian inmediatamente con una versión mexicana de satanás. Ello tiene origen en dos razones. Una, el haber vuelto a imponer reglas claras en la relación estado-iglesia. La otra, derivada en la defenestración que de él realizara el presidente Lázaro Cárdenas Del Río y sus acólitos-historiadores quienes inventaron el mito de la esfinge michoacana, misma que sus seguidores acabarían mostrando, en el 2015, como una figura de cartón en la Cámara de Diputados. Mientras tanto, los críticos del estado mexicano moderno, nacido durante el periodo 1920- 1929, optaban desde hace muchísimos años por obviar que al amparo de ese concepto fue posible que el país creciera y se desarrollara a lo largo de siete décadas. Por supuesto que ello no se dio en un plano idílico, muchas fueron las fallas y los vicios que durante todo ese lapso aparecieron. Al no corregirse, o al hacerlo de manera equivocada, dieron por resultado que para algunos aquello todo haya sido negativo. Algo que los acólitos-historiadores siempre han evitado analizar es en qué consistió el proyecto original que acabaría siendo distorsionado.
En ese contexto, desde hace más de una década, cuando pasamos de ser lectores ávidos a estudiosos de la historia, empezamos a percatarnos de cuan descuidados habíamos sido en nuestra concepción de lo resultante de la Revolución Mexicana. Entre todos los documentos que hemos revisado a lo largo del tiempo, encontramos uno que siempre hemos mantenido a la mano por el tiempo en que se generó y la forma sintética en que presenta la información. El 15 de febrero de 1925, el New York Times, aún era un diario proveedor de información confiable, publicó un artículo titulado: “Calles begins ‘house cleaning’ in México” (Calles inicia la limpieza de la casa en México). El autor de la pieza era el periodista y político demócrata estadounidense (gobernador y senador de Alaska), Ernest Gruening. En dicho documento, Gruening nos narra cual era la concepción que, a dos meses de haber tomado el mando, tenía el presidente Elías Calles. De acuerdo a la narrativa, la primera tarea a realizar era llevar a cabo a depuración en el gobierno mexicano o como él lo apuntaba literalmente “realizar una limpieza en la casa.” En ello iba implícito reorganizar las diversas instancias del aparato gubernamental. Todo se iniciaba a partir de la honestidad y la eficiencia, desaparecer puestos inútiles y eliminar gastos innecesarios. Al respecto, debemos hacer un paréntesis y trasladarnos a los tiempos presentes, en donde al iniciar la administración actual se optó por mantener funcionarios heredados del foxismo-calderonismo quienes en su ADN no tienen impreso, ni saben lo que es ser funcionarios de estado. Pero retornemos a nuestra narrativa.
Consciente de la importancia que las finanzas tienen para cualquier gobierno, Elías Calles ponía énfasis original en operar bajo un presupuesto equilibrado. Asimismo, hablaba de que en menos de un año habría de establecer el banco central, lo que hoy conocemos como el Banco de México. Respecto a cómo enfrentaría la deuda externa, no negaba que el país habría de cumplir con sus obligaciones, pero ello habría de darse a partir del momento en que los ingresos superaran a los egresos. Y de ahí pasaba a señalar algo que incumbía al que entonces era sector poblacional mayoritario en el país.
Apuntaba que si bien las leyes emanadas de la Revoluciona Mexicana habían permitido revertir la condición del peón, aún era importante realizar una auténtica reforma agraria. Al respecto, los acólitos-historiadores siempre han obviado mencionar la diferencia fundamental del concepto original de la tenencia de la tierra y en lo devino tiempo después. Para el estadista Elías Calles, el objetivo principal era lograr que el campesino fuera económicamente independiente. Esto en un lenguaje simple era organizarlo para producir y no en lo que fue convertido a partir de 1934, un ente agrupado para votar. Asimismo, entendía que si bien ejido era una forma de propiedad deseable en el corto plazo, no lo seria en forma definitiva. La distribución de la tierra debería tener como objetivo llegar a integrar unidades de producción bajo la modalidad de la pequeña propiedad, la cual permitiría aspirar a convertir el campo en un sitio mayoritariamente generador de riqueza. Reconocía que la corrupción ya existía tanto en las áreas relacionadas con el reparto agrario como en la secretaría de agricultura en donde el despilfarro estaba presente y era necesario acotarlo y desparecerlo. Lo realizado entonces no fue suficiente, al correr de los años el sector agrícola mexicano terminaría viviendo una realidad dual. Un sector ejidal mayoritariamente de subsistencia. Otro, el enfocado a la producción tecnificada, generador de riqueza. El tiempo daría la razón a quien concebía la organización del sector rural bajo el concepto productivo. Esos no eran los únicos cambios propuestos.
Sabedor de que hasta entonces el ejército mexicano representaba un problema ya que operaba desde una perspectiva rural y a nivel de cada ciudad, lo cual permitía que cada vez que algún inconforme aparecía, no tuviera empacho en levantarse en armas en contra del gobierno. Para poder continuar con la instalación del estado mexicano moderno era necesario contar con paz social. Era necesario crear un ejército fundado en el honor y el patriotismo, la lealtad debería de ser a la nación y no a una persona en particular. Para ello, encomendó a un soldado singular, y poco estudiado, Joaquín Amaro que fuera a organizar aquello y terminara con la problemática que ahí había. De ello, surgió un nuevo ejército mexicano cuyos miembros, en tiempos de paz, habrían de dedicarse a otro tipo de acciones en favor de la población civil o, como se hizo entonces, los dedicarían a la construcción de caminos, un programa que inicialmente se echó a andar en los estados de Jalisco y Michoacán en donde los jefes de la zona militar respondían a los nombres de Lázaro Cárdenas Del Río y Juan Espinosa y Córdoba. Partiendo de alcanzar el orden, era factible pensar en el fomento de la actividad productiva en el país.
Énfasis especial fue otorgado a los transportes, entonces representados por el ferrocarril. Sí bien en el pasado habían trabajado eficientemente, la rebelión encabezada por Adolfo De La Huerta causó un daño tal en el equipo que eran necesarios millones de dólares para repararlo. Aunado a ello, el sistema ferroviario operaba bajo circunstancias que ya no pertenecían a aquel presente. Salarios desproporcionados y corrupción hacían que no fuera económicamente rentable y por lo tanto hacia necesario efectuar cambios. Realizar actividades con costos de trasporte inflado redundaría en efectos negativos para el comercio y la industria nacional incipiente. Aunado a ello, se buscaba que el capital externo viniera a ser partícipe del desarrollo nacional bajo las reglas y conforme a las necesidades del país.
En ese contexto, se daba una gran lucha con las empresas petroleras estadounidenses que desde hacía mucho tiempo estaban en operación en suelo mexicano. Se impusieron reglas para obligarlas a negociar bajo otros términos. Si bien parecía que aquello era una rendición, en la realidad lo que operaba era el nacionalismo pragmático aquel en el cual los intereses de la patria prevalecían, pero sin olvidar la realidad circundante y en ese contexto realizar las negociaciones. Eso operó y permitió al estado mexicano contar con recursos para realizar las obras requeridas y poder sentar las bases del estado mexicano moderno. Sin embargo, ningún estado puede ser fuerte sino se cuenta con un gobierno sólido y a eso estaba opuesto un enemigo ancestral, la iglesia católica.
Bajo la excusa de que se quería terminar con ella, una mentira plena, los miembros de la curia continuaban con la defensa de sus privilegios y buscaban que la ignorancia siguiera reinando. Se oponían a la prevalencia de la educación laica y la expresión religiosa en forma ordenada. En ese contexto inventaron el cuento de que el gobierno les había cerrado los templos, cuando en realidad fueron ellos quienes lo hicieron para soliviantar los ánimos. No les importó, ni aun ahora les preocupa, llevar las cosas al extremo y crear un enfrentamiento armado que costaría, inútilmente, la vida a cerca de cien mil mexicanos. Al final, el estadista Elías Calles haría prevalecer la separación estado-iglesia, algo que también sistemáticamente fue dándosele reversa hasta llegar a nuestros días.
Si, hoy son varias las voces que a toda costa descalifican al estado moderno mexicano que nació en la década de los 1920s. Sin embargo, muchos de ellos son esos acolito-historiadores que no son capaces de apuntar que muchísimos de las cosas negativas que sucedieron fueron consecuencia de haberse abandonado el concepto original del estado moderno mexicano. Una idea que nació bajo el principio de que a las clases productivas había que convertirlas en entes generadores de riqueza. De que era necesario contar con empresarios y no simplemente con hombres de negocios. De que la convivencia con otras naciones debería de realizarse a partir de un proceso de negociación real y no uno de sumisión. De que los asuntos de las creencias de cada quien son muy respetables y pertenecen al ámbito de lo privado. De que quien encabeza el Poder Ejecutivo debe de adoptar el papel de estadista y no andar pensando en si lo inmortalizan en piedra o bronce, aunque para ello tengo que acabar trepado en toldos de camiones o disfrazándose de quien sabe qué. Muchos fueron los errores, y excesos, que cometió durante su ejercicio político Plutarco Elías Calles. Sin embargo, su gran acierto fue haberse comportado como estadista en la construcción del estado mexicano moderno cuya concepción original fue distorsionada, Sin embargo, la dimensión de dicha concepción era de una magnitud tal que fue capaz de prevalecer en su esencia y lograr que el país creciera y se desarrollara. Intentos han sido realizados por retomar aquel concepto original. Sin embargo, ha faltado el ingrediente principal para concretarlo, pero… seguiremos esperando. vimarisch53@hotmail.com
Añadido (1): Por supuesto, no viene a resolver los problemas de México. Su intención es exacerbarlos. Recomendamos la lectura de “Hablemos de civilizaciones, cultura o la borrasca por llegar,” de la autoría de Sergio Enrique Castro Peña (www.eldiariodetaxco.com 23-12-2015).
Añadido (2): El espectáculo es de un ambiente campirano pleno de reminiscencias. La “izquierda” mexicana, cual caporal de hacienda sinarquista, lista para lo que el patrón mande y guste… ¿Incluirá el derecho de pernada?
Añadido (3) De continuar con ese empeño, ni duda que para el próximo sexenio tiene asegurada la plaza de inspector de zona escolar.
Añadido (4) Las imágenes que se reflejan en los espejos del poder siempre han sido, y lo serán, efímeras. Para no olvidarlo.

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