RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
De frente y de perfil
Hace un par de décadas, Graco Luis Ramírez Garrido consolidó su capital político en Morelos al encabezar una cruzada contra la violencia que asolaba a esa entidad.
Aprovechó las muestras de inconformidad que existían en contra del gobernador Jorge Carrillo Olea, se puso a la cabeza de las mismas, cuya exigencia era la salida del gobernador.
El propósito se cumplió, Carrillo Olea se fue y Graco Luis creció políticamente en la entidad a la que unos años antes había sentado su residencia, después de los sismos de 1985.
El hoy gobernador se convirtió en referencia de defensor de la legalidad, en la lucha por los derechos humanos y en otorgar seguridad a los ciudadanos del estado y desterrar la violencia de la entidad.
De esa manera creció políticamente quien inició su carrera política dentro del grupo de Rafael Aguilar Talamantes, al lado de Jesús Ortega Martínez y Carlos Navarrete Ruiz, entre otros.
Los fundadores del Partido Socialista de los Trabajadores habían migrado al naciente Partido de la Revolución Democrática, en busca de consolidación de las posiciones que lograron al paso del tiempo, alejados de Aguilar Talamantes, cuya mala fama crecía considerablemente.
Graco, Ortega y Navarrete consiguieron la presidencia nacional del partido, en administraciones sumamente polémicas. Jesús Ortega después de que fuesen anulados los comicios internos en que compitió contra Alejandro Encinas. Carlos Navarrete hubo de renunciar al período para el que fue electo, luego del sonoro fracaso de su partido en los comicios del 2015, mientras que Graco alcanzó un breve interinato.
Por eso el tabasqueño avecinando en Morelos dedicó tiempo y esfuerzo a consolidar su liderazgo en la entidad elegida para vivir y para hacer una nueva carrera política.
Pugnó por ser candidato al gobierno del estado, pero la falta de oriundez no se lo permitió, por lo que esperó mejores tiempos en que fuese reformada la Constitución del estado.
De esa forma cometió en 2006 como candidato al Senado de la República y perdió ante un panismo que se consolidaba con la segunda administración estatal y hubo de conformarse con la senaduría de primera minoría.
Seis años más tarde con el cambio legal, Graco pudo convertirse en candidato a gobernador de los partidos de izquierda, por lo que aprovechó que la entidad seguía inmersa en una convulsión de inseguridad y violencia.
Graco recurrió a las promesas de campaña de regresar al estado a los márgenes de seguridad y desterrar la violencia, recordando su epopeya para retirar del gobierno del estado al entonces coronel Jorge Carrillo Olea y como él mismo había encabezado las protestas contra el pésimo gobierno del militar.
Amagados por las continuas amenazas de los grupos delincuenciales sobre el estado y el imperio que se había construido en la entidad, a la que, incluso, se habían cambiado a vivir varios de los principales capos del país, los ciudadanos acudieron en masa y otorgaron la confianza para que el perredista se convirtiera en su nuevo gobernador.
Graco ganó con amplitud los comicios y entre sus promesas de campaña y sus planes para gobernar, externó el de desterrar la violencia y regresar a la entidad a los protocolos de seguridad en un plan de cien días.
Al cumplirse el ciclo no hubo avances de nada, por lo que procedió a fijar un nuevo plazo, el que expiró, sin tampoco cumplir con el propósito.
Los ciudadanos de Morelos siguieron viviendo bajo el asedio de la delincuencia y el gobernador se convirtió en un ente agresivo, que no encontraba como cumplir con sus promesas y pronto los ciudadanos organizados salieron a las calles para exigir el freno a la delincuencia y a la violencia.
Graco se encontraba inmerso en la misma espiral que le permitió consolidar su estatus político y amenazado por ser engullido por la misma vorágine.
El gobernador de Morelos desestimó las protestas, las que consideró parte de una conspiración en su contra.
Buscó enemigos a los que pretende adjudicarles la campaña en su contra y los encontró en los grupos delincuenciales de Guerreros Unidos y los Rojos y personalizó la campaña en los hermanos Figueroa, uno de ellos el conocido cantante y compositor fallecido el año pasado Joan Sebastian y el otro su hermano Federico.
La relación entre los hermanos Figueroa y el gobernador Ramírez Garrido es inexistente, aunque vale la pena recordar un episodio.
Hace un par de años, el entonces fiscal, Rodrigo Dorantes convocó a una comida por su cumpleaños, a la que llegó el gobernador Graco Luis Ramírez Garrido, pero también los hermanos Figueroa, el cantante (Juan Manuel, mejor conocido como Joan) y su representante, Federico.
El hoy cuestionado Federico llegó primero, el gobernador después y se sentaron en mesas distintas, pasando cerca de 45 minutos departiendo en el mismo festejo.
Más tarde llegó Joan Sebastian y a su arribo fue llevado de inmediato a la mesa del gobernador, quien lo saludo displicentemente, dándole la mano desde su silla, sin levantarse y cuando intentaron sentarlo en su mesa, se paró y casi sin despedirse de nadie salió del festejo, lo que dejó marcado y claro para todos las diferencias entre los Figueroa y el gobernador.
Hoy el gobernador y Federico Figueroa se encuentran inmersos en una batalla de denuncias, descalificaciones y acusaciones sobre los causantes de la violencia e inseguridad en la entidad, por lo que se considera que Graco está siendo medido con la misma vara que midió a Carrillo Olea y podría sufrir la misma suerte.
CONVENIO COAHUILA-OCDE
El gobierno de Coahuila sigue adelante en sus parámetros internacionales en materia de integridad y combate a la corrupción, mediante el convenio firmado por el gobernador, Rubén Moreira y la OCDE, que encabeza José Ángel Gurría.
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