Sergio Enrique Castro Peña

Hablemos de civilizaciones, cultura o la borrasca por llegar

Hablemos de civilizaciones, cultura o la borrasca por llegar
Periodismo
Diciembre 23, 2015 20:32 hrs.
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El siglo XX, punto de partida de usted y nosotros, estimado lector, marcaron también la consolidación de dos siglos de ciencia, tecnología y de alguna manera, es el banderazo de la decadencia de lo que comúnmente conocemos como “Civilización Occidental”. Siglo que vio el desarrollo y desenlace de tres guerras de alcance mundial: la Gran Guerra o más comúnmente conocida como la Primera Guerra Mundial; la Segunda Guerra Mundial y la Tercera Guerra o la Guerra Fría. Otro fenómeno que se presento fue la intervención de cinco de las actuales Grandes Civilizaciones: la Occidental –Estados Unidos de América (EUA) y Europa-; la Rusa y el resurgimiento de la China, la Japonesa y la Islámica.
La idea de civilizaciones, ha sido estudiada desde los pensadores del siglo XVII como una contraposición a lo que ellos conocían como “barbarie” o “pueblos bárbaros”. De igual forma, bajo el pensamiento que prevaleció, principalmente en Europa, no se identificaba más que a una civilización: la Occidental. Este concepto estaba limitado a señalar y justificar las campañas de conquista y, posterior colonización-subyugación, política, económica y religiosa. En fin, en todos los aspectos que constituían la suplantación de una cultura por otra.
A finales del siglo XIX, todo el siglo XX y lo que comprende el actual, el interés por el estudio y análisis de lo que se considera una civilización ha invadido las universidades y captado la atención de investigadores y políticos, principalmente en Europa y en los EUA, generando una gran cantidad de libros, revistas, cátedras, conferencias y seminarios especializados sobre el tema. Entre los estudiosos de la historia y el desarrollo de las civilizaciones, sin abarcar a todo su universo y concentrándonos en los más connotados, tenemos: Max Weber, Fernand Braudel, Arnold Toybee, Samuel P. Huntington, Francis Fukuyama, Thomas Kuhn, Henry Kissinger, Zbigniew Brezezinski –estos dos últimos, profesores en la Universidad de Harvard y Secretarios de Estado en EUA- entre otros.
Una civilización, “engloba sin ser englobada por otras”, es una “totalidad”, es la integración de la forma de vida, valores, instituciones políticas, estructuras sociales, religiosas y culturales. Los conceptos de territorio, raza e idioma pueden ser afines a grupos de personas dados, pero no son definitorios. Así tenemos, principalmente en lo que concierne a la religión y la cultura, que las podemos encontrar en diferentes países, hablando idiomas diversos y perteneciendo a razas distintas. Por ello, las distinciones cruciales entre los grupos humanos las podemos englobar en dos grandes particularidades, que se complementan y diferencian: la religión y la cultura. De las dos, la primera define el carácter de la segunda o como expreso Christopher Dawson, “las grandes religiones son los fundamentos sobre los que descansan las grandes civilizaciones”.
En lo que a nosotros concierne, la Civilización Occidental, que de acuerdo a ciertos estudiosos, tiene su origen en una civilización “atrofiada”, pero no estéril, la Judaica, en la unión con otras culturas produjo la civilización antes señalada y la Civilización Islámica. Desde sus inicios, la Civilización Occidental combino la religión, la filosofía, la ciencia y la tecnología, primero, para cimentarse y posteriormente para ampliarse. Tiene su punto de inflexión con la decadencia del Imperio Romano, creando tres religiones universales: el Cristianismo –catolicismo, protestantismo- asentado en Europa; la Iglesia Ortodoxa, cubriendo lo que es el Imperio Ruso y la Islámica adoptada por el pueblo árabe. Las tres religiones, también produjeron tres Civilizaciones, la Occidental, la Rusa y la Islámica.
Inicialmente, la Civilización Occidental estuvo concentrada en Europa, pero a partir del inicio del siglo XV dio inicio un proceso de expansión, primero económico, posteriormente territorial y político, llegando finalmente al religioso y cultural. La expansión y posterior supresión de otras civilizaciones y culturas se debió a la supremacía tecnológica y política, siguiendo diferentes estrategias. En algunos casos fue mediante el exterminio de los pobladores locales, en otras a través de la eliminación de sus elites y el sometimiento de su población. La conquista de un pueblo, es un asunto de armas, de poderío tecnológico, no de su gobernabilidad. Para ello, había que sustituir las antiguas formas de vida, de producción, de comerciar, de gobernar, de cultura, de religión, por otras que no fueran necesariamente una copia de las de los conquistadores. Fue requerido elaborar una amalgama, parecida entre los diferentes niveles, pero lo suficientemente heterogénea para hacer consientes de su status a los diversos grupos sociales. Entonces, aparece la religión como ente aglutinador y “matizador,” que se apropia de la educación, la cotidianidad y la cultura.
La Civilización Occidental, tal como la conocemos, partió en las postrimerías del siglo XV. con el renacimiento de la cultura europea. Por un lado, privilegiaba el pluralismo político y social, mayor movilidad entre los estratos económicos y sociales. Por otro, fortalecía las monarquías y religiones, produciendo una expansión sin precedentes del comercio, la industria, la tecnología y las ciencias, proporcionándole una base en su política de ampliación territorial fuera de sus fronteras para conquistar nuevos pueblos y establecer una nueva era global en la política, la cultura, en la religión.
En lo concerniente a los EUA, estos fueron producto de grupos que huían de sus países en busca de libertad religiosa. Su conquista, no solo fue de apropiación, sino de exterminio. No llegaron a esas nuevas tierras a catequizar, ni a someter. Su “derecho divino” consistía en el pleno derecho de realizar sus ideas con libertad e individualmente. Esa fue su gran virtud, mientras que su gran pecado se representaba en la exclusión total. Mientras que en nuestro país, la tierra conquistada venía incluida con su población, la cual era un factor más de producción y como todo factor había que dominarlo, controlarlo, despojarlo de todo elemento que afectara su maleabilidad. Era necesario borrarle su pasado, minimizarle su presente, despojarlo de su futuro. Un ente que cree y obedece, un ente entre el amo y la curia, con una nueva mitología, una nueva religión, una nueva cultura, amalgamada sí, pero como una pequeña concesión al proceso de dominación y sumisión.
Nuestra “lucha de independencia” no fue para liberarnos de nada, ni para tener la libertad de nada. Nuestra lucha fue para restituir a un rey, como una parte de una lucha monárquica, no libertaria. Nuestra bandera fue una imagen religiosa, de sumisión, una aceptación del pasado, no la búsqueda de un futuro, su fundamento la fe, no el convencimiento. La historia se ha encargado de mostrarnos una y otra vez las consecuencias de la indefinición de objetivos de nuestra “lucha de independencia”, del eterno vaivén entre un México laico y uno religioso y de igual forma su cultura. Vaivén, que tuvo su punto de inflexión con las Leyes de Reforma promulgadas por el Presidente y Estadista Benito Juárez quien promulgaría una constitución en la cual por vez primera, se eliminaba en la definición de “ser mexicano” la condición religiosa. Para ser ciudadano mexicano ya no se requería ser Católico Apostólico y Romano, bastaba cumplir con los preceptos laicos de lugar de nacimiento y la de sus padres. La pérdida política y económica que representaron las Leyes de Reforma para la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, siguen alimentando deseos revanchistas, mismos que se han acentuado los últimos tiempos.
El sistema político mexicano, con todos sus componentes, gira sobre sí mismo y es incapaz de avanzar. Los gobiernos en el poder, del color que sea, al no tener una visión de futuro centran sus esfuerzos en conservar el “status quo”, dejando de lado las responsabilidades para las cuales fue elegido. Reducen el “arte de gobernar” a un juego de sillas, no moverse para no perder la suya. A cultivar la habilidad, la sutileza para evadir el compromiso. Crean un sistema, en donde todos se mueven, todos avanzan, pero nadie “cambia de sitio”. Nuestra cultura, se nutre de un nacionalismo impregnado de religiosidad y de una injusta inferioridad sometida por una minoría dominante. Minoría, en el sentido de que a pesar de constituir la población católica el 80% de la población en México, difícilmente sus creyentes practicantes igualarían al 20% de los no creyentes, en tal pérdida podemos encontrar una de la razones del viaje papal.
Si bien es cierto, las razones del papa Francisco para viajar a México, tiene una explicación a la situación que vive, y más que nada a la tendencia, la religión Católica, cuyos objetivos son más mundanos y tienen más que ver con aspectos políticos. El 2016, no solamente es el año de la visita papal, también es un año electoral. Se disputaran gubernaturas en 13 estados, algo que en cierta manera será el parte-aguas de la contienda presidencial a realizarse en 2018. No solo implica a la política laica incluye de igual forma la contienda interna dentro de la misma Iglesia Católica. Después de su visita a los EUA, el papa se encontró con una verdad, poco aceptada por el Vaticano, la Iglesia Católica Americana, es Americana, no Romana, son la Iglesia más rica, con ingresos anuales superiores a los 147,000 millones de dólares, también la más abierta, no por convencimiento, las leyes la están obligando y ha tenido que aceptar sus errores legales y de “derechos humanos” (pederastas), pero también, sabe, que está en la mira del FBI por actos de lavado de dinero. Recordemos que nuestros vecinos son reacios a aceptar lo del “dinero bendecido,” cuando este se destina a diferentes organizaciones y fundaciones supuestamente dedicadas a obras de caridad. El campo de acción del papa sigue circunscrito a los países subdesarrollados o para ser políticamente correctos, los países en vías de desarrollo.
El Vaticano y por añadidura, el Papa Francisco, no quieren saber “quien se la hizo” o quiénes son los culpables de las acciones legales que siguen su curso legal, sino quien se la tiene que pagar, en este caso el gobierno de México y de paso los mexicanos, por aquello de que “el diablo nos está castigando”. En itinerario en su viaje a México, -Ciudad de México, Ciudad Juárez, San Cristóbal, Ecatepec y Michoacán- nos muestra que sus objetivos seleccionados, altamente sensibles desde el punto de vista político. Prefirió ignorar los sitios tradicionalmente Católicos como Puebla y Guadalajara. Optó por obtener una mayor ganancia política que pastoral. En otras palabras, el Papa Francisco, viene más en su carácter secular, como el fiel de la balanza en las próximas elecciones de 2016 al 2118. Ante ello, ha aparecido la cargada de nuestros políticos, desde MORENA al PAN, pasando por un buen número de diputados y senadores. Además, debemos de recordar, actúa mas como promotor de una corriente dentro de la misma iglesia que como un ente comprometido con su función pastoral. La divisa más importante de su mensaje es, “la humildad”, pero como expresó un cardenal en un restaurante cercano al Vaticano, al preguntársele sobre ¿él porque, ya no usaba sus joyas, que normalmente traía? A lo que contesto: “actualmente, en los vientos que soplan en el Vaticano ser humilde es, chic”. La venida del Papa, no será una fresca brisa que reconforte a México, será una borrasca que oscurezca más el ya de por si enrarecido ambiente que se vive no solamente en la Ciudad de México, sino en todo el país. sergiocastro6@yahoo.com.mx
Añadido 1: El candidato panista a la gubernatura de Colima, mostró una vez más, que aquello de lo del decoro, es solo una pose y las “autoridades” electorales actuaran tan parcialmente y le seguirán solapando todo, porque en este caso está involucrado el Teletón. O, ¿Esa es la estrategia que el PAN seguirá en las todas las elecciones? Tal y como lo expresó el “niño maravilla”.
Añadido 2: Dos botones de la imparcialidad de nuestra partidocracia: Uno, al Partido del Trabajo se le devolvió su registro y más de trescientos millones de pesos al lograr triplicar, “thanks to a little help of its friends” (gracias a una pequeña ayuda de sus amigos), el porcentaje de votos en la elección extraordinaria en un distrito electoral en Aguascalientes. Otro, es la multa de 81 millones al Partido Verde Ecologista de México por una falta ocurrida hace más de cuatro años. Se vale hacer trampas, pero bajo la condición de que no sean tan evidentes, recordemos que la gente decente hace negocios no chanchullos. A nosotros no nos que más que seguir pagando esta charada que llaman democracia.


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