(Jorge Jacobo Ramírez de Aguilar, mi compadrito querido, murió ayer, plácidamente mientras dormía. No olvidamos Bety y yo lo que una vez compartimos con él: “La vida se acaba cuando dejas de soñar. La esperanza cuando dejas de creer y el amor cuando dejas de cuidarlo”. Ya acompaña a Carmelita Vázquez del Mercado, la madre de sus hijos, en el mismo nicho de la Iglesia Covadonga)
María Ignacia Rodríguez de Velasco de Osorio Barba y Bello Pereyra, fue hija de don Antonio Rodríguez de Velasco y de doña María Ignacia Osorio Barba y Bella Pereyra.
Contrajo tres matrimonios: José Jerónimo López de Peralta Villamil. Mariano Briones y Manuel de Elizalde.
Y tuvo cuatro hijos: Jerónimo, María Josefa, María de la Paz y María Antonia.
La etapa más importante de la Güera Rodríguez, que denominó el médico Fernando Calderón RDA como de la alcoba al poder político, ya libre de matrimonio, fue la consumación de la Independencia. Se dio por el amasiato con Agustín de Iturbide. El casado con doña Ana María Huarte.
Iturbide era coronel del ejército realista. La Güera, una mujer que acrecentó su fortuna al casarse por segunda ocasión con un comerciante rico del Valle de Toluca, de quien pronto enviudó, pues era mucho mayor que ella.
La gente cuchicheaba que se lo había acabado. Y le aplicaron algunos dichos de la época como: “Matrimonio en edad madura mortaja segura” y “viejo que se descobija la muerte lo cobija”.
Así con el dinero y sus relaciones políticas y sociales, María Ignacia logró que Iturbide ascendiera de coronel a general en jefe del Ejército realista. Y se le encomendara el mando de las tropas que combatieron al último caudillo insurgente: Vicente Guerrero.
Agustín de Iturbide se convenció de que era casi imposible derrotar a Guerrero, por lo que acabaron con de la firma de una alianza que permitió consumar la Independencia de México.
Por su cercanía con personajes vitales en la evolución del país, la Güera Rodríguez se convirtió en una especie de mensajera y autora intelectual que dio origen a la consumación de la Independencia de México.
Después de elaborados el Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba, la Güera Rodríguez aconseja a Iturbide enmendarlos. (Como el trono de México ya no sería ocupado por Fernando VII, se agregó que el Congreso sería el encargado de designar al emperador) Fórmula que hizo a Iturbide emperador de México.
Cuando Agustín de Iturbide, montado a caballo, hizo su entrada triunfal a México para consumar la Independencia el 27 de septiembre de 1821, vestía uniforme de gala y un sombrero con plumas verdes, blancas y rojas.
Cuenta la historia que desvió el curso del desfile para pasar frente a la casa de La Güera Rodríguez. Se bajó del caballo y le entregó una pluma de su sombrero, que ella se la colocó en el nacimiento del pecho.
La Güera Rodríguez ejerció el mayor grado de poder político que ha tenido una mujer en la historia de México. Más que la amante: se convirtió en la consejera política del primer emperador, del hombre que consumó la Independencia nacional.
El gobierno de Iturbide sólo duró diez meses. Se exilió en Europa. Y culminó el romance con La Güera. Ella, así inició una etapa de tranquilidad en su vida. Se casó por tercera vez con un comerciante chileno y ya no se involucró en la política.
Su último capítulo trascendental se dio por el año 1833 cuando llegaron el primer embajador de España, tras reanudarse las relaciones entre ese país y México, y su esposa Francesa Erskine Inglis, conocida como la marquesa Calderón de la Barca.
En los dos años de estancia, la marquesa Calderón de la Barca llevó un diario, en el que narró todas sus experiencias vividas en México. Lo reveló en un libro, el cual se convirtió en una referencia obligada sobre nuestro país y sus personajes.
Uno de los capítulos está dedicado a La Güera Rodríguez. Este permite tener una clara idea y entender por qué fue una mujer tan carismática, importante y de gran influencia en la formación del México Independiente.
La marquesa describe que a pesar de que la Güera Rodríguez en esa época rondaba los 50-55 años (edad en la que las mujeres eran prácticamente ancianas y encorvadas), le impactó que seguía perfectamente erguida. Con su piel blanca, su cabello rubio, dentadura brillante y perfecta.
Era, dice la marquesa Calderón de la Barca, extremadamente elegante y distinguida; la calificó como una mujer chispeante fuente inagotable de información sobre la vida social, política y económica de México.
Sus últimos años fueron tristes. Vivió 71, pero una enfermedad degenerativa en los huesos y una caída la dejaron paralítica. Así, vio la vida pasar desde el balcón de su casa sentada en una silla de ruedas hasta su fin.
Nació el 20 de noviembre de 1778. Murió en la ciudad de México el 1 de noviembre de 1850.
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