La verdad, el periodismo de investigación en la picota


Un thriller basado en el Rathergat

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La verdad, el periodismo de investigación en la picota
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Octubre 30, 2015 09:40 hrs.
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Mercedes Arancibia › diarioalmomento.com

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“Hubo un tiempo en que el periodismo era un deber nacional. Te lo juro”, decía Dan Rather, Daniel Irvin Rather Jr., nacido en 1931 en Texas, expresentador estrella del telediario “60 minutos” de la CBS Evening News durante 24 años, hasta marzo de 2005, cuando fue expulsado del canal a cuenta del escándalo que cuenta la película “La verdad” (Truht).

El mejor Robert Redford (Todos los hombres del presidente), ahora lleno de arrugas, y una seductora Cate Blanchet (Blue Jasmine) protagonizan “La verdad”, un thriller basado en el Rathergate, el escándalo periodístico que agitó las elecciones presidenciales de 2004, que en Estados Unidos ha vuelto a abrir el debate de las relaciones que existen entre la prensa, el poder político y los intereses de las grandes corporaciones mediáticas.

Se trató de la emisión de una serie de documentos y testimonios que cuestionaban el historial militar de George W. Bush (entonces aspirante a la Casa Blanca), asegurando que, a finales de los años ’60 y principios de los ’70, había buscado enchufes para “esconderse” en la Texas Air National Guard (Guardia Nacional) en lugar de ir a luchar a Vietnam.

Completan el reparto Dennis Quaid (Traffic), Elizabeth Moss (Mad Men), Topher Grace (Interstellar) y John Benjamín Hickey (Banderas de nuestros padres).

La película es la opera prima del cineasta James Vanderbilt, conocido guionista de Zodiac y Asalto al poder, y está basada en las revelaciones que aparecen en el libro Truth and Duty: The Press, The President and The Privilege of Power (La verdad y la vida: la prensa, el Presidente y los privilegios del poder), escrito por la productora Mary Mapes, personaje protagonista junto a Dan Rather (el periodista presentador de los informativos estrella de la cadena). El escándalo que ambos desataron acabó no solo con sus carreras en el canal sino que incluso estuvo a punto de poner fin al informativo CBS News. El problema es que no pudieron aportar pruebas de lo que estaban asegurando; algunas de las personas que testimoniaron se negaron a aportarlas, y otros testimonios fueron simplemente imposibles de verificar.

En vísperas de las elecciones presidenciales estadounidenses de 2004, el país está en guerra con Irak y Afganistán y todo parece indicar que George W. Bush será reelegido. La productora de la CBS Mary Mapes y el presentador Dan Rather –comunicador estrella de los informativos durante 24 años-, tras el éxito conseguido al destapar la existencia de la cárcel de Abu Ghraib donde soldados estadounidenses torturaban y humillaban a iraquíes detenidos, descubren un escándalo que puede cambiar el curso de los acontecimientos y lo cuentan en un programa especial, desatando una auténtica tormenta informativa y una inesperada reacción en la cadena, que somete a los periodistas a un auténtico juicio exigiéndoles que revelen sus fuentes y presenten pruebas de lo que han dicho. Los dos luchan hasta el final –el final de sus carreras en la CBS- mientras toman conciencia de las ingerencias políticas y económicas en la línea editorial del medio para el que trabajan (y de todos los demás).

A pesar de los años transcurridos, y de que ninguno de los dos periodistas trabaja en el canal desde 2004 -a Mary la echaron y Dan Rather se despidió antes de finalizar el contrato-, la CBS se ha negado ahora a difundir la publicidad de la película La verdad (Truth), alegando que en algunos momentos falta a la verdad.

Tanto Cate Blanchett como Robert Redford están magníficos y muy dignos en su “encanto discreto” y sus papeles de “reveladores” de un fenómeno que se mantiene en nuestros días: la forma en que dan las noticias, muchas veces sin que el periodista pueda avalar lo que está contando, la manera – buena y mala- en que Internet ha irrumpido en la terreno de la información, mezclando verdad y falacia y organizando un totum revolotum con hechos acaecidos y deseos del informador; y, finalmente, el peso de la propiedad de los medios en el relato de la información.

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