Concatenaciones
Fernando Irala
El Jefe de Gobierno del hasta hoy Distrito Federal es un hombre de emociones transparentes.
Se le nota cuando está molesto o preocupado, cuando algún tema le disgusta o no le encuentra la salida. Y se le nota cuando está feliz.
Tal vez el dÃa más feliz de su vida, incluso más que en la jornada en que ganó su actual puesto o el dÃa que tomó posesión del mismo, fue cuando la semana pasada la Comisión Permanente del Congreso de la Unión emitió la Declaratoria de Reforma Constitucional por la que el viejo Distrito Federal se convierte en el estado 32 de la Federación y cambia su denominación a la de Ciudad de México. Adiós al DF, dijo entonces Mancera.
Aseguran los promotores de la medida que con ello los capitalinos dejaremos de ser ciudadanos de segunda frente a los de otros estados.
Pero en realidad quienes adquirirán más poder y autonomÃa son los polÃticos locales, antes limitados por la vigilancia y la intervención de los poderes federales.
Es difÃcil en cambio ubicar qué gana el habitante de a pie de esta gran ciudad. Ni en lo económico, pues no mejorará su ingreso ni habrá más oportunidades o empleos; ni en lo polÃtico, pues votará para los mismos cargos, que ahora se llamarán distinto, aunque sus titulares –ya lo dijimos—sà tendrán más facultades y recursos, ni en su vida cotidiana en que seguirá lidiando con el tránsito, el insuficiente transporte púbico, los baches, la inseguridad, y un largo etcétera.
Ahora, advierten en las redes sociales, los capitalinos no vislumbramos siquiera un gentilicio decente para esa ocurrencia de ponerle al estado el nombre de la ciudad.
Nos diremos, nos dirán, capitalinos, lo que hemos sido desde que la Nación se erigió y aún desde antes, pues al fundarse la legendaria Tenochtitlan, desde aquà se gobernaron territorios más vastos que los que hoy componen el paÃs.
Pero al perder el Distrito Federal en que nacimos y hemos vivido muchos millones, la gran pregunta es qué ganamos a cambio, además de la recuperada sonrisa de Mancera.
El crimen arrebata puestos de elección popular
En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevÃsimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto.
Séneca (2 AC-65) Filósofo latino.