Las primeras lecciones de lucha social, me indicaban que lo primero que habría que establecer cuando se iniciaba un movimiento, era saber hasta dónde y hasta cuándo se debía terminar, para evitar el desánimo, las murmuraciones y la pena de estar en la acción, cuando ésta había perdido todo sus efectos y debilitada la presión que se ejerce, para definir las ganancias o pérdidas del movimiento. La lucha social, no es una, sino muchas, pero en continuo movimiento. Hasta el logro del objetivo final.
La Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación (CETEG) y sus liderazgos, perdieron la brújula, se dividieron, no definieron el qué, el cómo y la forma de seguir fortaleciéndose y hoy van a la deriva y sin fuerza, sin estrategia y en condiciones de derrota casi total.
Hay grupos políticos suicidas que dicen que las demandas de la lucha social, deben semejarse a la vida o la muerte. O sea, el todo o nada. En Cuba, fue el único lugar que esa consigna, funcionó.
Esos grupos, han perdido muchas batallas y todo, porque nunca entendieron el “leitmotiv” de las luchas sociales.
Hoy, la CETEG está entrampada. No sabe qué hacer con el movimiento que empezó con la desaparición de los 43 estudiantes normalistas. Aunque siempre mantuvieron sus acciones, desde antes y de manera independiente.
Pero a alguien se le ocurrió que los plantones que se colocaron en varios municipios y plazas, serían hasta la aparición de los jóvenes desaparecidos. La demanda es válida, pero las acciones no pueden supeditarse a un solo elemento. Hoy, los plantones fueron desapareciendo, porque los maestros los abandonaron. Ya no hay maestros. Y tampoco plantones. Sólo el de Chilpancingo.
Y si usted lo ve, no hay maestros. Sólo un grupo de despistados que fueron invitados y se quedaron. Se hacen llamar “Franciscos Villas. Y convirtieron su plantón en un mini mercado.
En las inmediaciones de las oficinas de la CETEG, no hay maestros, sólo mantas raídas y casas de campaña abandonadas. Pero cómo estorban.
Les pasó como al artista del hambre de Franz Kafka. Cuenta el alemán, que un artista de circo se declaró en huelga de hambre. Los primeros días eran filas interminables, para ver cómo era posible que una persona, sobreviviera sin comer. Pasaron los días y fue disminuyendo la atención. Para no contar todo el cuento, sólo les digo que una ocasión, una mujer barría la zona y encontró unos huesos y los tiró a la basura. Ese era el artista del hambre, al que nadie supo qué pasó, ni porqué estaba ahí y se fue a la basura. Disculpen la ironía. Pero eso parece el plantón de la CETEG.
Las demandas del magisterio, pueden ser válidas. Pero esas se defienden con acciones. No abandonado el escenario.
Hoy dice una líder, perdida en su vorágine mental, que las demandas no se han cumplido. Quizá no tienen foro, para establecer cuánto vale su movimiento. Porque en todos los casos, han pedido dinero.
Y todo subiéndose a una desgracia, como es la desaparición de 43 jóvenes. No es su lucha, no son solidarios, son simples comparsas que buscan aprovecharse de todo, para seguir gozando de privilegios y canonjías del poder. Hoy, lamentablemente eso es lo que queda de la CETEG.
Ya deslizaron que quieren plazas, que quieren cambios de adscripción, solución a demandas laborales y dinero. Además de que no haya sanciones ni represalias, por el robo que cometieron cuando invadieron las oficinas del ayuntamiento y de la SEG. Eso es lo que sin duda recibirán a cambio de vender su plantón.
Los maestros disidentes de Guerrero, ahora son los artistas del hambre. Iniciaron un movimiento, lo abandonaron y ahora no saben qué, cómo ni porqué seguir en lucha. Nadie los sigue, nadie les presta atención y su movimiento murió por inanición. Triste.