Juan López

Marco Antonio Suástegui

Marco Antonio Suástegui
Periodismo
Abril 20, 2015 00:44 hrs.
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Primero se lo llevaron a una cárcel en Tepic de alta seguridad, como si en vez de un líder natural, con área territorial de influencia y multitudes seguidoras, fuese un facineroso al que había que sujetar con fuerza bruta. Se le adjudicaron delitos y le aplicaron medidas cautelares para que no fuera por otros conductos a sustraerse a la acción de la justicia. Lo querían reo y reo lo hicieron.
Quien ordenó su cautiverio -Ángel Aguirre Rivero-, hoy está a un tris de correr suerte parecida. Por el genocidio de Iguala afectado, el ex gobernante padece una vigilia de incertidumbre y perplejidad, peor que la que resiste Suástegui. Los carniceros de ayer, se convirtieron en las reses de hoy. Existen personajes que no pueden escapar a su destino. Un imán fatal los atrapa en el camino.
Pero, mientras condenamos el abuso de Aguirre Rivero y lamentamos el encierro que mantiene a Marco Antonio privado de su libertad, no aceleramos la prontitud para que la “justicia” del poder, declare la improcedencia del juicio: que más que otra cosa es la vendetta personal de quien era gobernador y se sintió ofendido una vez por la rudeza de trato que le dispensó el dirigente. Cuando se utiliza la ley para cobrar agravios oficiales, se envilece y pervierte la justicia en aras de la revancha y el desquite.
Necesitamos aún más conflictos en Guerrero por lo que haya necesidad de mantener a Marco Antonio Suástegui en la cárcel. Culpable o inocente de las querellas que se le indagan, su caso es un foco de tensión más en este Estado de Guerrero sometido a rachas de violencia, inseguridad y malestar ciudadano, que nos llevan a ocupar los primeros sitios en las estadísticas del mal vivir. Es decir: no es suficiente con lo que padecemos, que se vuelve una exigencia contar con otros pretextos para aumentar la rabia de los que sufren cautiverio y de sus amigos y familiares que se debaten en la impotencia de no poder hacer nada contra el atropello.
Suástegui debe ser puesto en libertad de inmediato. El alegato, la excusa, el procedimiento son menores al odio social que genera su encarcelamiento. La reputación de quienes lo encarcelaron está por los suelos. El honor del entonces jefe del estado está calcinado por la horrenda versión de los 43 desaparecidos. Por los excesos de la clase política que afianzó sus ligas con la delincuencia.
La cárcel no se come a los hombres, dicen los bizarros. El corazón se endurece y el alma resiste los horrores del sometimiento y la humillación -los 27 años de Mandela-, pero la injusticia no logra que ninguna flor florezca y la primavera se oscurece como un témpano glacial.
En una casa sórdida, donde se ha vuelto cicatera la esperanza. En que conviven como sombies familiares a los que le falta en su seno el espíritu rebelde de Marco Antonio Suástegui. En esa casa, esperan…
PD: “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”: Refrán.

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Marco Antonio Suástegui

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