FERNANDO CURIEL

Pensar (en serio) Taxco

Pensar (en serio) Taxco
Periodismo
Abril 20, 2015 16:35 hrs.
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Para Magda Raquel, resumiendo.

Informa (presume) Agustín Yáñez: “Tapatío soy. Originario de barrio fundado para el pueblo por el fraile de la calavera, don Antonio Alcalde, obispo, numen de dolientes”.

Parafraseo, presumo yo: “Romano soy. Originario de barrio postinero, fundado para solaz de los Happy Few porfiristas, por una Real State especuladora de terrenos.

Y sigue don Agustín, uno de los fundadores de la novela mexicana contemporánea: “Barrio: barrio del Santuario, quintaesencia de Guadalajara”.

Sigo yo: “Barrio: Colonia Roma, nuevo fraccionamiento de la afrancesada ciudad de México”.

Una última cita del autor de Ojerosa y pintada, novela chilanga: “Nací allí –calle antañosa de Alonso, ahora de Manuel Acuña”.

Parafraseo, también por último: ”Nací allí, calle apenas treinta años antigua, de Manzanillo, ahora también Manzanillo.

“Yo, señores, soy de Zapotlán”: informa, presume, otro jalisquillo, Juan José Arreola; el que me descubriera el Bosque de Signos.

Parafraseando, informo: “Yo, señores, soy de Taxco”.

¿Por fin?

Doble es mi nacionalidad: romana de nacimiento y taxqueña por naturalización.

La Batalla de Stalingrado sacaba chispas, sembraba cadáveres por doquier. Los crímenes en serio del asesino en serie “Goyo” Cárdenas quitaba el sueño a la capital. La película Casablanca juntaba al director Michael Curtis. A la Bergman, al Bogart y al pianista Sam. Debuta La Doña, de la Generación del I4, la de (en orden alfabético) Huerta, Paz y Revueltas.

Bien.

Hasta el copete de la enésima crisis balcánica, Winston Churchill, sabio ocurrente que lo era, sentenció: “Los Balcanes producen más historia de la que pueden digerir”.


También yo, en otro contexto pero similar en el efecto, por escrito y de viva voz, dentro y fuera de la Asociación de Amigos de Santa Prisca a la que pertenezco, he sostenido: “Taxco produce más belleza de la que pueden digerir sus poblares”. Oriundos o forasteros.

Duele pero es así

Sociedad, la taxqueña, paradójica. Conservadora recalcitrante (el propio general liberal Porfirio Díaz tuvo que tomar, a cañonazos, la plaza); pero, en diseño de plata, vanguardista. Hasta los setenta del pasado siglo, paraíso del visitante “flaneur”, hoy, según mi amigo Alejandro García Maldonado, dueño de nueva etimología: Taxco, lugar de Taxis y Combis.

Y lugar, también, de una creciente crisis urbana en medio de indiferencia de Tirios y Troyanos y sin respuestas ahí donde deberían haberla.

Van para siete los años transcurrido desde la publicación de Taxco. La perspectiva urbana, libro colectivo que me tocó en suerte coordinar. Fruto de la amistad indeclinable de sus autores: arquitectos, historiadores, urbanistas, municipalistas, fotógrafos, figuras locales. Edición que debemos a la Coordinación de Humanidades de la UNAM, a su Centro de Estudios sobre la Ciudad y al CEPE-Taxco.

¿Lo leen, por caso, los habitantes de los barrios, los profesores de las escuelas primarias y superiores, la prensa local, las autoridades municipales y estatales? ¿Incide en las políticas públicas, no obstante descansar en una profunda encuesta que hizo coincidir el parecer del ciudadano con el del experto?

En suma, no obstante una segunda edición, ¿ha servido para algo?

Lo irrefutable es la permanencia, en diverso grado, de los 10 focos rojos. De los que, no tan al azar, menciono cinco:

1. Congestionamiento vehicular en algunos puntos.
2. Insuficiente recolección de la basura.
3. Inadecuadas terminales de autobuses foráneos.
4. Falta de un plan de desarrollo urbano.
5. Deterioro de monumentos y edificios parte del patrimonio histórico-cultural.


No sobra decir que siete años, el tiempo transcurrido de una publicación que se reconoce única, ejemplar por lo que hace a sitios originarios faltos de rescate, reordenación, espacio peatonal, renacimiento comercial y turístico, decía que los siete años transcurridos son la mitad del tiempo de una generación.

Tiempo perdido.

Entretanto, animan el paisaje los cerros, las nubes, las cúpulas y torres que todavía consiguen sobreponerse a la absurda construcción de más de dos pisos; alegran la mirada los blancos de las paredes encaladas (que no ha faltado quien confunda con el colorido trópico tlacotalpeño), los rojos encendidos o terrosos de las tejas, los verdes de los laureles de la India, los estallidos de las flores.

Taxco: otro caso peliagudo para lo que, en otro lugar, hemos llamado Los Derechos de la Ciudad. No me ignorarás estéticamente, no me desconocerás, no me afearás, no me ensuciarás.

Poderosa belleza, aquí nomás, tras lomita.

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